El vacío de los corazones
solitarios que no aman,
No sienten las manos
Que al anochecer acarician
Y esos besos que nunca,
Jamás se olvidan.
Ojos que a la luna miran,
Embelesados contemplan
La belleza de esa diminuta flor
En los verdes campos,
De oír la risa de un niño
De sentir la lluvia en la cara
Y de los pies en un charco.
Esas tímidas palabras
Que conforman el paisaje
Entre el murmullo de la lluvia
Que encadenan mis sentimientos,
Sobran los motivos
En las mañanas con sabor
De intenso café al fuego,
A sabores de risas encendidas
Donde la vida se enaldece,
En esos atardeceres rojos
Que acarician tus ojos
Donde los silencios se rompen
Por el cantar de la brisa.
El balanceo de las hojas
Cayendo plácidas
Entre el polen de las flores
Esparcidos por el viento
Coloreando de amarillo
Las pisadas que dejan
Tus pies descalzos
En la hora de la palabra,
No en la que escribo,
Es hora del verso
Que expresa mi pluma,
La esencia de toda una vida
De donde nace mi prosa.
Llegaré a conocer
Nuevos mundos,
Nuevos caminos
Porque están en mi,
Pero si te los describiré
En cada mirada, en cada gesto,
Como contado en un hermoso
Y sentido cuento
Que en mis páginas blancas
Se escribirán para ti,
Donde viviremos mil aventuras
Sentados en una dorada playa
Mirando al horizonte
Donde rompen las olas
Y alumbrados por la luna
Hasta que acabe la noche.
SILVER ©
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