La luna, despertando
De su largo letargo,
Se alza cálida y escapando
Se incorpora a mis sueños,
Con el corazón inflado,
Mi destino tiene su nombre,
El tiempo que le sigue
Te llevan mis tesoros,
Mi pluma, mi alma
Y todos mis sentidos,
Sembrados en la vereda
De los campos floreados
Por tu mirada de terciopelo.
Desde lo alto me cubre
Con su manto plateado
Mientras me hundo
En las profundidades del sueño,
En el mismo cielo, ruborizadas
Las mejillas, soñandola
En las altas horas de la noche.
Dejaré nubes blancas
Para indicar el sendero a seguir
A través de las olas de nácar,
Relucientes como ángeles
Batiendo sus inmaculas alas,
Que traviesos en la oscuridad
Revolotean disipando
Las brumas de la noche cerrada.
Ese camino entre las olas
Que se dirige hacia al alba
Protegido por la claridad
Dejando paso a las sirenas
En su encuentro con el sol naciente,
Aún con la húmeda neblina
En estos días de olores
Y de colores que con sus matices
Evocan al próximo invierno.
Esas gotas de las olas
Mojando las vacías playas
Cómo llanto, de tristeza,
Por ese último verano.
Te imagino lejos, también cerca,
En esas palabras escritas,
Te veo riendo, intuyo tus sonrisas,
En ese lugar de mis pensamientos
Que hace recordarte cuando miro
El azul inmenso del cielo.
Luna...luna... allí te espero,
En el recodo de ese camino
En ese mismo, en el volar
Del tiempo con alas de papel
Confundiéndose con las estrellas
Cuando se escapa la noche.
Vuelan libres las hadas
Y los duendes que agitan
Las luces del alba,
Mi alma te anhela
Y mi pulso se accelera
Con el latir de mi pecho,
Evocando esos besos
Que se quedaron huérfanos
De tus labios entreabiertos.
SILVER ©
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