Se dispersan los luminosos rayos
Del sol ya en su ocaso,
Se rompe la quietud del día
Con el vuelo de los pájaros
Buscando sus frescos nidos
En lo alto de los árboles.
Se propicia una tarde lánguida
Entre los olivos de la dehesa
Buscando su sombra
Abrazando dulcemente el tiempo,
Sombra que ocupa un viejo labriego
Para secar el sudor de su frente,
Acariciando su garganta
Con la fresca agua en su botijo
De un cercano riachuelo.
En sus calles casi desiertas,
Sentados en el portal de sus casas
Bajo esa sombra que les cobija,
El sol avergonzado se esconde
Para dar paso al frescor de la tarde
Con la brisa que recorre el pueblo
Blanco entre el verde
De la andaluza sierra,
Los ancianos del lugar
Cuentan sus viejas historias
Repetidas mil veces
En la pendiente de sus vidas.
Su vejez no es presagio de tristezas,
Nos regalan todas sus vidas
Sus momentos vividos,
Aún en sus callosas manos
Conservan la dulzura
De esas miradas que tanto contemplaron
Con el alma de un niño.
No han vivido en vano,
Sus semblantes no han perdido
La pasión de la juventud pérdida
De lo que no han vivido
Lo vivirán en sus hijos.
A veces silenciosos y taciturnos,
Sus pensamientos hacia los que
Tiempo hace partieron,
La respuesta de sus silencios
Se van dislumbrando en sus ojos
Esos sueños que no se realizaron
Tras sus sonrisas escondidos,
Por la entrega a sus seres queridos.
La fuerza de sus manos se acaba
Pero aún se levantan con orgullo
Con su agradable semblante
Con una vida mejor soñaron.
Se entregaron al trabajo,
Hoy sentados en las puertas
De sus frescas casas,
Las sillas raídas por el tiempo,
Tendrán siempre el afecto
De los jóvenes que se quedaron
Ee su blanco y viejo pueblo
De su siempre amada
Y eterna Andalucía.
SILVER ©
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