Dejamos caer la noche
En los abismos oscuros,
Cuando pasa el silencio
Las palabras y los hechos
No caen en el olvido,
Lentamente se rompe
La incipiente oscuridad
Cómo las olas del mar
Frente a un acantilado
Majestuoso y desafiante
Erguido y poderoso
Ante sus implacables
Y poderosas embestidas.
Cae la noche cuando el aire
Quieto se queda
Y la vida se enfunda
En su traje oscuro
Adueñándose de los rincones
En una danza tenebrosa,
Escribo con la luz mortecina
De unas velas desfigurando
Mi sombra contra la pared,
Anocheciendo en las calles
Y el cante se oye en los tabancos
Embrujando la luna
Cuando nace en el horizonte.
El sonido de una guitarra
Rompe en la lejanía,
La luna se ruboriza
Y su luz plateada
Brilla todos los días
En mi loca vida,
Ilumina las blancas enaguas
Bajo el vestido de lunares
De las infatigables bailaoras,
Cante y baile por bulerías
En mi pueblo, en mi barrio,
En un frenesí incesante
Que aplaca la negrura
De la dulce noche
Dando color a tus labios
Cuando sonríes a la luna.
Esas calles con olor a vino,
Perfume de mi pueblo
Esperando al nuevo día,
Se encienden las farolas,
Se renueva la felicidad
Oyendo extasiado ese canto
Que desgarra la noche
En un místico halo
Entre la vida y la muerte
Antes que amanezca
Un día bello y radiante,
Así eres tú, tan frágil
Como esa guitarra que suena,
Tan fuerte como las cadenas
Que arrastran los penitentes
Cumpliendo su promesa
En la madrugá jerezana.
SILVER ©
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