jueves, 26 de septiembre de 2019

Tus ojos, mi puerto.


Agua salada que enreda tu pelo
Con las olas susurrantes
Entre el sonido de las caracolas,
Manos paganas que lo rizan,
Cómo plegarias, cómo canto
En ese océano profundo como templo.
Mar bravío que alimenta el alma,
Jugando con las nubes
El perseverante viento,
Luciendo sus colores al atardecer,
Sin eco mi voz, sin oírme me quedo,
En esos atardeceres locos
Cuando el sol va declinando
Mendigando tus besos.
Silenciosa, nadie la oye,
La luna asoma en el horizonte
Cuál ninfa de las profundidades
Con su vestido de plata,
Su larga cola sobre las aguas,
Tul y perlas sobre su pecho,
Retrato de la mujer de mis deseos.
Renace cada noche;
Engalanado de corales sus cabellos,
Inspira cada noche mis palabras
Dueña es de mis versos,
De ese mar, de esa arena,
Cómo sirena que con su melodía
Me embriaga, seduce mi alma,
Cuando me mira, mi tormenta.
Cuaderno de Pitágoras
En el cual escribo mis lamentos,
Escribo mis sentimientos
Entre mar y cielo,
Esa hermosa luz en el horizonte
Que causa mis desvelos.
Y hacia allí partiré;
Mar en calma, a favor del viento,
Hinchando las velas
Sin más rumbo que la estela
Que va dejando en el mar
El faro de tus ojos
Y mi puerto tu pecho.
Soñando diviso tu sonrisa
Oyendo a lo lejos la música
De tu canto en el océano,
Se trasmite llevado por la olas
En su cresta de blanco coral,
Hasta mi blanco barco
Que como corazón solitario
Busca sin cesar su refugio
Cuando navega en ese mar
Embravecido por los elementos.

SILVER©

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