Paulatinamente la tarde
Va engullendo el día,
El mirlo con su canto lo despide
Cómo exaltación al sol
Que cae por el horizonte,
Los faroles inoportunos
Encienden sus bombillas
Y dulcemente el viento mece
Las ramas de los arboles,
Plañideras desde sus raíces
Hasta sus hojas verdes.
Me gusta esa playa
Entre las sombras bailarinas
De los multicolores parasoles,
Las casas blancas regalan
Alimentadas por los rayos
Del lánguido atardecer
Que bordean sus arenas
Los simpáticos gorriones
Que se dan su último baño
Antes de recogerse en sus nidos
Cuando se va abriendo la noche.
Esas sus viejas olas
Para llegar al nuevo ocaso,
Acumulando vivencias
Se pierde nuestra conciencia
Mientras las contemplamos,
Acumulando sueños y tristezas
Sin renunciar a esperanzas nuevas,
Mientras en la quietud
La tarde avanza.
Yo la transito, la recorro
Cuando finaliza la tarde,
Tan mía, tan querida, tan nuestra,
Esa playa que un día
Sintieron nuestros primeros
Y tomidos pasos
En sus arenas doradas,
Persiguiendo gaviotas
En el azul del agua
Cuando bajan de los acantilados.
Recorro cuando rompe
Sus olas nuevas
De mi vieja playa,
De mi viejo mar,
Milenaria su muralla,
E intentando reencontrarme
Respirando su hechizo
Cada noche nos trae
El embrujo que la brisa
Que se refleja en el silencio
Y en la ausencia que va enhebrando
Nuestra historia a cada
Granito de arena,
No lleva tu nombre
No importa, estás siempre
Entre sus aguas cuando
Al atardecer adormece
El sol en su morada
SILVER©
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